El positivismo de Hostos se limita fundamentalmente al sector educativo. En el campo de la moral, la jurisprudencia y la sociología, Hostos tuvo una marcada influencia, aunque no ocurrió lo mismo en el campo filosófico.
Por esa razón, Hostos creó una práctica educativa y muchos de sus discípulos, a quienes se conoció como los normalistas, eran las personas de confianza para ir proyectando la idea educativa.
Hostos entró en competencia con el liderazgo cultural que hasta entonces habían ejercido los católicos Meriño, Billini, Bonó y García. El maestro puertorriqueño no era católico y consideraba que el aula no era un espacio catequético. En su Escuela Normal no se enseñaba religión, sino moral social.
Como hemos dicho, Hostos inició su labor pedagógica en la República, en 1879. Tiene que abandonar el país en diciembre de 1888, ante el ataque del presidente Ulises Heureaux. Tras el asesinato del general Heureaux, el país volvió a vivir un período de euforia semejante a la de los años 1844, 1865 y 1879. Todo parecía indicar que, a semejanza de la Revolución francesa, el antiguo régimen desaparecía para dar paso a un orden nuevo. Los hostosianos asumieron entonces un papel dirigencial en el Congreso, en el gobierno y en la prensa, y volvieron a plantear sus propuestas reformadoras, esta vez con mayor contundencia.
Con sus planes educativos, Hostos previó la necesidad de crear “una clase letrada en aptitud de dirigir el país”. Pero la pugna de la escuela no dio mayores resultados.
La ley de escuelas normales de 1879 creó una generación de normalistas, pero el normalísimo no era ni causa ni efecto del desarrollo económico, en particular azucarero, de la época. El proyecto de ley de reforma educativa presentado por Hostos en 1901 no se materializó. Tampoco dio frutos la reforma de la educación de inspiración católica de 1895 que, con la muerte de Heureaux, llegó a su fin.
Hostos sufrió las revoluciones, y más de una vez su diario y su correspondencia dejan al descubierto sus angustias. “La situación de este pobre queridísimo país es de las que aconsejan la emigración, hasta yo mismo he pensado en ella; pero cuando me pongo a pensar en lo mucho que lo quiero y que lo quieren mis dominicanos, así como en la posibilidad de que aún me sea dado prestarle algún gran servicio, desisto de toda idea de emigrar”.
El modelo educativo hostosiano perduró muchos años después del fallecimiento de Hostos en 1903. Sus procedimientos pedagógicos y su ideario moral conformaron una generación de maestros dedicados al servicio del alumno. Pero el deterioro de la sociedad dominicana, sus luchas caudillistas, y sobre todo la intervención norteamericana, pusieron en duda todas las ilusiones que ellos habían cifrado en las instituciones democráticas de los pueblos.
En su realidad histórica del final siglo XIX en el marco educativo, el enfrentamiento entre Hostos y Meriño fue de corte ideológico.
Hostos trae una concepción educativa acorde con la realidad histórica, una educación científica que desterró de las aulas, en las que el dinámico maestro educó, toda idealización sobre los hechos y dirigió a los alumnos a usar más la razón. Su Escuela era considerada racionalista.
Para 1883 se crea el Instituto Profesional, donde se produce una reconciliación entre Eugenio María de Hostos y Fernando Arturo de Meriño, pero esta unidad entre ambos personajes fue porque el arzobispo demostró capacidad intelectual y desde el gobierno hizo que Hostos tomara otra visión.
“Actualmente, la educación dominicana tiene mucho de memorística, son innumerables los centros educativos que siguen sustentando una educación tradicional. Nuestra educación es fundamentalmente verbalista, memorística y confesional”.
La educación dominicana necesita terminar de despojarse de toda idealización de los hechos o fenómenos que la ciencia hoy día aborda con verdadero acierto. Igualmente necesita acabar con la educación tradicional, que sostiene una enseñanza basada principalmente en la memoria. Debe marchar hoy conforme con los avances y las exigencias del siglo XXI en cuanto a la educación, y así nuestra vida social sería más enriquecedora.